Bienal de Pontevedra

Manuel Vilariño profundiza en la conexión entre la vida y la muerte, el ser y el no ser, a través de una gran instalación basada en un damero, inspirado en las máscaras bwa (mariposa, halcón). Estas máscaras, con un damero tallado en su parte posterior, se usan en rituales iniciáticos por jóvenes de África occidental, especialmente en la región del suroeste de Burkina Faso y en la ciudad maliense de San. Los bwa agricultores y hábiles artesanos, ven en sus máscaras la representación de espíritus de la naturaleza que influyen en los humanos. En la instalación, una montaña de cúrcuma, especia originaria de la India con un fuerte aroma y color naranja, simboliza la vida. Mientras tanto, el canto de dos ballenas evoca mitos y leyendas. Todo ello se presenta en un espacio que dialoga con la iglesia de Santa Clara, creando una atmósfera que invita a reflexionar sobre el ciclo de la vida y la muerte, conectando lo ancestral con lo contemporáneo. El uso de animales y especias en la obra de Vilariño tiene un profundo simbolismo. Los animales representan la relación del ser humano con el mundo natural, con los que se exploran temas de fragilidad, misterio y conexión. Las especias, con su historia, sus olores y sus propiedades sensoriales, son elementos con una fuerte carga histórica y una conexión ancestral con la vida y la muerte por su uso simbólico, ritual y cultural a lo largo de la historia. En muchas culturas, las especias se han asociado con prácticas funerarias, ritos de transición y preservación de cuerpos.