Obras
Nacer (2025)
Esta instalación de Carmen Hermo reflexiona sobre la fragilidad y la incertidumbre de la existencia humana. El punto de partida de esta obra es la iglesia del convento de Santa Clara, un espacio en el que resuena el fervor religioso de hace años, pero que alberga ahora un silencio profundo. En su retablo mayor todavía se pueden contemplar 25 esculturas de ángeles, iconografía presente en casi todas las religiones a lo largo de la historia, que han sido los testigos de la transformación del espacio y se convierten en el símbolo de esa vigilancia silenciosa. La propuesta de Hermo nos invita a visualizar a unos nuevos "ángeles reales", seres nacidos de la fragilidad humana, que se gestan en los úteros de cristal de la intimidad familiar. No se trata de ángeles celestiales, sino de seres humanos comprometidos con el cuidado, la compasión y la lucha por un mundo mejor. El uso de materiales que remiten a los originales del retablo barroco ―como el terciopelo, el vidrio, la madera y el dorado― y la paleta cromática propia de las carnaciones de los ángeles originales permiten que la instalación se integre de forma armónica en el espacio. Sin embargo, como bien señala Susan Sontag, en la sociedad del espectáculo todo debe convertirse en espectáculo para que se perciba como real. Quienes visiten la obra en el convento de Santa Clara sabrán que no se encuentran ante embriones reales de ángeles, pero la estética barroca de la pieza, a través de su lenguaje familiar y a la vez incómodo, plantea preguntas profundas sobre la naturaleza de la vida, la muerte y la espiritualidad, lo que invita a las y los espectadores a un diálogo silencioso pero transformador.
