Obras
La felicidad de la vida privada
En la Bienal de Pontevedra, Miki Leal presenta dos cuerpos de obra que, aunque se muestran en espacios distintos, comparten una misma intención de imaginar un mundo mejor, más amable. Reunidas bajo el título La felicidad de la vida privada (2025), las obras se componen de un conjunto de cerámicas que sostienen plantas y de un par de pinturas que remiten, desde lo simbólico, al género del paisaje. En los últimos años, la cerámica ha adquirido un papel esencial en la práctica de Miki Leal, no solo por su cercanía a lo manual y artesanal, sino por su capacidad de conectar con lo cotidiano y con ciertas referencias afectivas ligadas a su contexto personal, al uso del azulejo en Sevilla, su ciudad natal. Las cerámicas dialogan de manera sutil con el trabajo de Miki Kratsman con las que comparten espacio, y cuyas fotografías documentan territorios marcados por la violencia, la demolición de viviendas beduinas. Sin embargo, en esas imágenes hay algo que permanece: las plantas, los jardines, los árboles. Como si en medio de la devastación lo vegetal se resistiese a desaparecer. Si Kratsman muestra el paisaje como rastro de pérdida, Leal lo construye como deseo, como posibilidad. Ambos artistas, desde lugares muy distintos, señalan cómo incluso lo más frágil ―una planta, un jardín improvisado― puede convertirse en signo de resistencia, de memoria o de futuro. Como extensión, las pinturas de Leal no documentan paisajes reales, sino que los inventan, superponen recuerdos y referencias para construir escenas ambiguas que funcionan más como atmósferas que como representaciones. En ese juego entre lo falso y lo posible, Leal no busca fidelidad, sino una forma de abrir el mundo a nuevas lecturas.
